Paula Valenzuela Gerente General Fundación Generación Empresarial
En Chile estamos viviendo un importante debate sobre el trabajo. En buena parte, está motivado por los proyectos de reducción de la jornada laboral y flexibilización impulsados por el gobierno, y el de reducción de la jornada laboral sin flexibilización impulsado por diputadas de oposición. Pero también ha tocado temas como la productividad y la transformación laboral por la creciente automatización. En síntesis, independiente de los proyectos en cuestión, esta es una importante y urgente discusión.
Hasta ahora, la voz de los expertos de todos los sectores ha sido unánime: la consecuencia inescapable de una reducción de la jornada laboral es una baja en la producción, las utilidades, los sueldos y el empleo. En otro ámbito, no tenemos leyes laborales pensadas para enfrentar los desafíos que conllevan las nuevas tecnologías, ni trabajadores capacitados para este escenario y, lo que es aún peor, poco y nada se está haciendo al respecto.
Estos temas son un reflejo de la ausencia de un análisis más holístico sobre aspectos claves para el desarrollo de Chile. Si bien un país tiene el derecho a decidir si se gana un sueldo un poco menor a cambio de trabajar menos horas, o tener mayor flexibilidad para adecuar las jornadas de trabajo, es fundamental que esa decisión se tome de manera informada, reconociendo y asumiendo no solo los beneficios, sino también los costos asociados a las leyes que presentan y defienden las autoridades con argumentos técnicos, económicos, sociales y sustentables, para los ciudadanos de hoy y del futuro.
Lamentablemente, la actual discusión ha sido cualquier cosa menos informativa, honesta o efectiva. Se dice que la reducción de jornada no va a tener costos en los sueldos sólo porque un artículo del proyecto de ley prohibiría bajar salarios. Eso es un voluntarismo deshonesto. Asimismo, el gobierno ha sido incapaz de plantear de manera consistente proyectos alternativos viables con argumentos creíbles para los trabajadores. Y ninguno de los actores en disputa ha dado cuenta de la amplitud de aristas, oportunidades y riesgos que realmente tiene el tema laboral.
Algunas reflexiones que el debate nos ha dejado hasta hora son: la importancia de que una discusión legal, de relevancia social, no comience en el Congreso, sino que su llegada a éste sea el resultado de una amplia discusión social previa, que permita construir acuerdos entre muchos sectores. También, lo fundamental que resulta abordar las temáticas en toda su amplitud y complejidad, aunque tome más tiempo. Y, sobre todo, la necesidad de contar con liderazgos que sean capaces de reconocer las ventajas y desventajas de sus propias ideas, planteando las decisiones como opciones con costos y beneficios, tal como cada persona los entiende en su vida diaria.
Dicho de otra forma, un debate que se haga conversando, discutiendo y tratando a los trabajadores como adultos y ciudadanos conscientes.
Fuente: Diario Financiero, septiembre 27 de 2019